en alemania mola mucho: el café


El café empezó a gustarme con 19 años.

Tenía un novio, cafeinómano total, que lo tomaba solo.
Solíamos ir a un bar muy alternativo de Reyes Católicos [tiempo después cambió de dueños y dejamos de ir], donde cogieron el buen hábito de poner con el café una mini-magdalena [exquisita, no la típica mierda seca que te ponen en algunos sitios, que te la comes porque parece que dejarla es de mala educación].
Yo observaba con cierta envidia como él disfrutaba el momento. Hablábamos, ojeábamos la Rockdelux, y esos cafés duraban y duraban. Esas tacitas diminutas de cristal con un asa metálica mínima, fueron testigos de la gran mayoría de nuestras conversaciones, de nuestras broncas, de nuestros momentos.
¡Ay, si pudieran hablar!.

Eso fue lo primero que aprendí sobre el café: no es sólo una bebida, es también tiempo, y es palabras.

Milchkaffee en el KAFFEE WERK, Lübeck

En algún momento llegó el calor, y con él el café con hielo. Descubrí que era una buena bebida para el verano, refrescante y apta para las primeras horas del día [no como el kalimotxo, ¡ehem!]. Además con el hielo perdía el amargor que hacía que en caliente no terminara de convencerme.
Supongo que eso, y el hecho de verme expuesta a la presencia cafetera a diario, varias veces al día [ya he dicho que mi novio era cafeinómano], hizo que empezara a verle la gracia al tema.
El café con hielos dio pie al café con leche con hielos [aún más suave, me gusta mucho más], y así, a medida que se acercaba el tiempo en que el otoño deja de parecer verano y tienes que sacar el abrigo corriendo del armario [así son las cosas en el norte], a mi cada vez me gustaba más el cafecito.
Pronto me vi compaginando alegremente un café con un pincho de tortilla, tomando café con leche en el descanso del curro, echándolo de menos, odiando a un camarero que me lo sirviera como no me gusta [muy oscuro y sin espuma].

Milchkaffee+Apfelkuchen en el MARIENTREFF, Rostock

En España he tenido muchas desavenencias con el mundo de las cafeterías.
Hay muchos sitios en que me han servido cafés de mierda, con mal sabor, demasiado oscuros, tan pequeños que parecían cortados en vez de con leche, cafés en tazas feas y desgastadas [la presentación también cuenta, claro que sí]....en fín, si me pusiera en serio a ello, sólo podría decir 3 ó 4 sitios a los que volvería a gusto a tomarme un café.

Pero en Alemania eso se acabó, esa ansiedad de "nunca he entrado a este bar, ¿qué tal harán el café?" ya no existe, puedo entrar en cualquier sitio [siguiendo las leyes que marca el sentido común, hay sitios a los que no entraría ni a heredar] sabiendo que tomaré un café sabroso, espumoso, con bien de leche y en un recipiente bonito.

Milchkaffee en el CAFÉ M, Rostock
 Y eso, ME ENCANTA.





No hay comentarios:

Publicar un comentario