¡tengo visita! de mi hermano Juantxu

En general siempre me ha gustado recibir visitas: me gusta cocinar para los demás, me gusta tener la casa limpia y me siento orgullosa cuando los invitados lo notan, me gusta planificar cosas y llevar a mis amigos o familia a mis lugares favoritos, a comer las mejores bravas o la mejor tortilla de patatas.

Pero viviendo en el extranjero, sin poder ver a mis seres queridos siempre que me gustaría, todo eso adquiere una nueva dimensión: que tus amigos y familiares te visiten se convierte en una necesidad, un acontecimiento importante [más de lo habitual], un aliciente que te tiene pensando en ello desde que te dicen que han comprado billete hasta que llegan.
Yo lo vivo así.

Después de 3 meses viviendo en Rostock, mi hermano Juantxu vino a verme. Juantxu es mi hermano mediano [el mediano de los tres que somos en total]. Ninguno de los dos tenía trabajo en ese entonces, así que pude planificar los 10 días que estuvo conmigo a mi antojo. Aunque Rostock pueda parecer que es una ciudad en la nada, tiene muchas posibilidades a su alrededor. 
Yo, después de pensarlo mucho y hablarlo con mi hermano, me decanté por la inevitable Berlín y la desconocida Stettin-Szczecin
Descarté Hamburgo por cara, por lo mismo que no hicimos una visita a la vecina Noruega. No estaban las cosas para tirar cohetes [ni lo están ahora, la verdad].

Berlín no necesita publicidad, mucho tenemos una visión mental de lo que es esa ciudad.

Así que hablaré de Stettin-Szczecin, una ciudad de la que sólo sabía que una vez fue parte de Alemania y que fue brutalmente bombardeada en la II Guerra Mundial, lo cual no dice nada de la ciudad en sí misma, ni es un dato que no sea común a un enorme número de ciudades europeas.

Preparando el viaje, indagué todo lo que pude en internet y en la biblioteca de Rostock, donde encontré un libro con fotos de la ciudad. Así aprendí también que Stettin-Szczecin fue una ciudad de la Hansa y sirvió de puerto a Berlín durante muchos años [nuestro viaje iba tomando más significado]. No se dónde leí que en su día se la comparaba con grandes capitales europeas [Viena, París...].

Otra cosa, menos intelectual pero no por ello menos importante, que nos llamaba terríblemente a visitar a "la vecina polaca" era sus cervezas y comida nacional, que sabíamos que son maravillosas.

Stettin-Szczecin no defraudó. Nos maravilló.

La primera noche, después de dejar las cosas en el hotel, paseamos por la parte antigua para tener las primeras impresiones de la ciudad. Cenamos nuestros primeros Pierogis, tomamos la primera Zwiec, y decidimos volver al hotel para coger el día siguiente con mucha energía.


 Lo que no sabíamos es que en una bocacalle antes de llegar encontraríamos el mejor bar en el que hemos estado en muchos años. 
La calle estaba desierta, vimos una luz y nos picó la curiosidad. Entramos en un sótano, era un bar grande, estilo irlandés, en el que nos apeteció tomar un gin-tonic, a precio de euro porque no teníamos aún Zlotys.

Nada más acomodarnos empezamos a flipar con la música que ponían. Míticas canciones de pop y rock que todos conocemos y que gustan a todo el mundo, esas canciones que no puedes evitar bailar si tienes sangre en las venas. Como el ambiente invitaba a ello, empezamos a movernos, al principio con un poco de corte. 
Pronto se unió más gente, algunos solos, otros en pareja, algunos improvisaban coreografías locas. Nos reíamos, pedimos otra.
En cosa de media hora la pista estaba llena de gente que bailaba como si no hubiera mañana, la pantalla reproducía videoclips de canciones imprescindibles, ¡y ahí estábamos!, entre modelos polacas que me pisaban con sus tacones [pero como pedían perdón con una sonrisa, se les perdonaba], chicos que giraban como peonzas y parejas que pensaban que estaban solas en su habitación. Dándolo todo, como se suele decir.
Menos mal que supimos parar a tiempo. Así pudimos volver al día siguiente a comprobar que no había sido un espejismo y que ¡el Rocker Club existe!

Rostock necesita bares como este
Fans totales
Durante esa mañana visitamos el centro de Stettin, lleno de edificios impresionantes [me importa poco lo poco cuidados  que estuvieran] y zonas verdes atravesadas por tranvías del pasado.




lo único "moderno" que vimos en Stettin, la Galería Kaskada
comienzo de la Avenida Juan Pablo II

Avenida Juan Pablo II - Jana Pawla II
estatua en la Plaza Lotnikow



algunos edificios están perfectamente restaurados
otros no, pero no dejan de asombrar


el tranvía atraviesa la Calle Pilsudskiego
y para en la Plaza Grunwaldzky

entre la Plaza Grunwaldzki y la Plaza Szarych Szeregów hay verdaderas joyas
Plaza Armii Krajowej

en la Calle Monte Cassino se ve mucha decadencia
aunque nosotros le veíamos un cierto-gran encanto

?¿?¿
el polaco es fácil
los fantásticos Pierogi
Plaza Szarych Szeregów, preciosa
a ver dónde me encontráis otra herrería como esta
encantador
me pierden las puertas
no llegamos a entrar por falta de tiempo, pero nos quedamos con las ganas
los embutidos polacos prometen
comimos en un restaurante muy recomendable: Z drugiej strony lustra


guacamole con tomatitos cherry y huevo escalfado
¡¡Pierogis!!
arroz negro con tomatitos cherry
Después de comer, fuimos hacia el puerto, por la Avenida Jacka Malczewskiego




Primero había que atravesar el Parque Zeromskiego


un oasis de paz
pasando el Museo Marítimo llegamos a un mirador con mucha historia

tomamos un café tranquilos, pensando en la suerte que teníamos de estar en esa ciudad
si esos escalones hablaran...

Subimos al Scalextrix que se asoma al río Oder y vigila la Parte Antigua de Stettin.



los márgenes del río Oder se encuentran en plena obra de construcción de un paseo fluvial


Volvimos  a pasar el río y entramos en la parte vieja de la ciudad


Iglesia de San Jacobo
parte alta de la Plaza Trobucki
izquierda: la Universidad de Medicina


Oficina de Correos en la plaza Trobucki
El agua nos tiraba, y volvimos a la parte baja para asomarnos una vez más al Oder




Fuimos hacia el sur, siguiendo el río, buscando lo que en esta web llaman La Venecia de Stettin.


Se trata de un tramo del río en el que algunas fábricas abandonadas lindan directamente con el agua.
No había mucho que ver porque la zona está también en rehabilitación. No se muy bien qué pretenden hacer ahí pero sospecho que las casetas que vimos en la orilla contraria donde unos viejillos hacían leña tranquilamente, serán declaradas Fuera de Ordenación y mandadas al garete para construir a saber qué en su lugar.
Mientras tanto lo que se puede ver no son más que fábricas abandonadas [yo montaría una buena sala de conciertos ahí mismo].





no iría de noche ni cobrando
mal rollo


Una vez nos cansamos de investigar, volvimos al centro a tomar una cerveza que se hacía ya muy necesaria.



cara de Tiskye
Plaza del Ayuntamiento

Palacio de Stettin
Esa segunda noche repetimos en el Restaurante Bachus, que la primera noche nos había fascinado con sus Pierogis y con la simpatía de su camarera.
Tras la cena nos fuimos formales al hotel, venciendo los cantos de sirena del Rocker Club.

Al día siguiente nos esperaba la visita que habíamos decicido hacer al Búnker subterráneo que se encuentra bajo las vías de tren.
A Juantxu le fascina la historia, ha leído y lee muchísmos libros y sabe un montón. Le hacía especial ilusión esta visita.



El guía fue un simpático hombre polaco que intercalaba palabras en Alemán y a veces Italiano.
Nos dio una cuartilla en español con los textos explicativos de las cosas más importantes.
No sabía inglés y pidió a uno de los visitantes que le hiciera de intérprete en alguna ocasión.

A mi la idea de meterme bajo tierra no me entusiasma en general, y en algún sitio había leído que íbamos a bajar a unas profundidades considerables [no recuerdo la cifra pero recuerdo que me alarmó]. Me imaginé bajando en un montacargas de estos que se ven en las pelis en los que ves los forjados de 50 cm de espesor pasando junto a tus narices. La idea me causaba terror.
No fue para nada así. No hubo montacargas ni hubo pasillos claustrofóbicos.


Además de "recrear" las escenas que pudieron vivirse durante los bombardeos de Stettin en la II Guerra Mundial, el lugar sirve de exposiciòn histórica sobre lo que pasó en Europa en esos años, y lo que pasó después en Stettin: cómo dejó de ser Alemania para convertirse en capital de una provincia de Polonia, cómo los alemanes de Stettin tuvieron que huir y no volver nunca. 
Cuánta gente hizo falta para empezar a reconstruir una ciudad hecha trizas [que aún lo está].
 
mantener la calma

Cantidad de información queda en esas habitaciones subterráneas. No daba tiempo a verlo todo, no daba tiempo a intentar leerlo en alemán, el señor polaco seguía avanzando y había que ir detrás. 
No me gustó mucho la visita, y fue por eso, porque habría querido tener más tiempo.

Al salir volvimos a la plaza de la parte vieja a comer en el Budda Thai
Uno de los mejores asiáticos en los que he comido, aquí documento gráfico: 

felicidad pre-jamada

los mejores rollitos de la historia

Con el estómago satisfecho salimos a la plaza y como aún teníamos tiempo, entramos en el Museo de Historia que se encuentra en el edificio del Antiguo Ayuntamiento.


Museo de Historia de Stettin


toda ciudad Hanseática tiene su preciosa colección de cuadros de temática naviera

también la cerveza tiene una gran tradición en Stettin

Nos quedó mucho por ver: el Museo Marítimo, el cementerio, la Sinagoga, el parque Kasprowicza.
Nos quedaron sitios en los que comer, en los que beber cerveza.
Por eso volveremos. Por eso y porque aunque lo hubiéramos visto ya todo, querríamos volver a verlo.
Stettin es una gran olvidada.
Yo sólo se que desde que la vi, hablo de ella con pasión, aunque la gente me diga que Danzig es más bonita, que tengo que ir a Krakow.
Juantxu y yo no la olvidamos, ni a ella ni a los Pierogis, ni a las sonrisas de la gente y sus ganas de ayudar [un diez a las mujeres de la oficina de Correos], ni a las maravillosas cervezas que bebimos, ni al río, lo único que no habrá cambiado allí, ni a los chicos y sus caras de zorrito.


¡Hasta pronto, Stettin!