en alemania apesta: las avispas gigantes

A efectos ópticos y sensoriales, la primavera empezó hace unos diez días: la ciudad se ha vestido de verde, los árboles han echado flor, los jardines se han llenado de unas florecitas de colores muy bonitos, los días son larguísimos [amanece a las 4:20, locurón], hay osados que salen a la calle en pantalón corto, los bares sacan sus mesas a la calle y la gente se sienta en ellas, hemos sacado del armario el abrigo de verano [gracias Vir por enseñarme el término].

Es primavera en Alemania.

Der Frühling ist endlich angekommen!

Lo que me preocupa, mucho más que los síntomas alérgicos que ya empiezo a notar, son los monstruos voladores que están colonizando la ciudad. Las maravillosas mariquitas han dado paso a unos bichos gigantes peludos negros y amarillos, que son sujeto de mis pesadillas desde que uno me picó siendo yo una rolliza niña de 2 años.


Las avispas no tienen conciencia

Empiezo a pensar que una cuadrilla ha instalado sus aposentos en algún punto de la fachada junto a mi ventana, porque en una semana han entrado ya 5 avispas gigantescas en mi cuarto. ¡Cinco!
Lo chungo es que no entran de día, cuando puedo verlas y oirlas sin problemas y actuar en consecuencia [zapatillazo al canto], sino que las malditas se cuelan de noche. La mayoría de las noches he tenido suerte y mi oído de X-Men [o de tísica, como dice mi madre] me han hecho despertarme ipsofacto y agarrar la pantufla izquierda en menos de 20 segundos.

Pero hubo una noche en la que dormía más profundamente de lo normal y entre sueños noté unas caricias en el brazo. Agradable, la verdad, hasta que me di cuenta de que se trataba de una avispa de 5 centímetros de largo [exagero, eran 4,80 en realidad] que se paseaba a sus anchas por mi antebrazo.

Desde esa noche tengo serios problemas para dormir, por miedo a que nuevos avispones vengan a vengar la muerte de su camarada.
De todos modos, esto me ha hecho reflexionar: quizás es hora de hacer las paces con esta especie animal de una vez por todas. Después de haber matado a 5 de ellas en una semana, estamos empatadas, como poco.
Hay gente que aboga en estos casos por la terapia de choque, que sería algo así como ponerme un traje de apicultor y entrar en una granja de avispas [ya se que no se llama así].
Yo prefiero empezar a desdramatizar a esos pequeños vampiros haciendo dibujos de ellas en situaciones jocosas, véase:

¡Saamba! ¡Jua!



en Rostock: reflejos en el puerto








De alguna manera, el puerto de Rostock me recuerda a Bilbao, aunque en realidad no se parece en nada a nuestra ría, ni en el color del agua ni en lo que ves en la márgen contraria, ni en los puentes [que aquí no existen]. 
Ahora que la nieve se ha ido, no hay día que no baje a pasear, a sacar fotos, a tomar el sol incluso, a echar de menos mi casa.

Estas fotos son del jueves 9 de mayo, que fue el "Día del hombre" o "Día del Padre" [Männertag/Vatertag] en Alemania.
Vi anochecer con una Pilser Urquell en mano, y también vi cuadrillas de alemanes borrachos eructando y gritando "Bier! Bier! Bier!".
Estuvo bien.

las chicas delirio


se las puede ver paseando entre los tranvías en Doberanerplatz
con sus padres y hermanas pequeñas


son fans de Neil Gaiman y quieren ser como Delirio


quieren ser como ella: 

en alemania mola mucho: el café


El café empezó a gustarme con 19 años.

Tenía un novio, cafeinómano total, que lo tomaba solo.
Solíamos ir a un bar muy alternativo de Reyes Católicos [tiempo después cambió de dueños y dejamos de ir], donde cogieron el buen hábito de poner con el café una mini-magdalena [exquisita, no la típica mierda seca que te ponen en algunos sitios, que te la comes porque parece que dejarla es de mala educación].
Yo observaba con cierta envidia como él disfrutaba el momento. Hablábamos, ojeábamos la Rockdelux, y esos cafés duraban y duraban. Esas tacitas diminutas de cristal con un asa metálica mínima, fueron testigos de la gran mayoría de nuestras conversaciones, de nuestras broncas, de nuestros momentos.
¡Ay, si pudieran hablar!.

Eso fue lo primero que aprendí sobre el café: no es sólo una bebida, es también tiempo, y es palabras.

Milchkaffee en el KAFFEE WERK, Lübeck

En algún momento llegó el calor, y con él el café con hielo. Descubrí que era una buena bebida para el verano, refrescante y apta para las primeras horas del día [no como el kalimotxo, ¡ehem!]. Además con el hielo perdía el amargor que hacía que en caliente no terminara de convencerme.
Supongo que eso, y el hecho de verme expuesta a la presencia cafetera a diario, varias veces al día [ya he dicho que mi novio era cafeinómano], hizo que empezara a verle la gracia al tema.
El café con hielos dio pie al café con leche con hielos [aún más suave, me gusta mucho más], y así, a medida que se acercaba el tiempo en que el otoño deja de parecer verano y tienes que sacar el abrigo corriendo del armario [así son las cosas en el norte], a mi cada vez me gustaba más el cafecito.
Pronto me vi compaginando alegremente un café con un pincho de tortilla, tomando café con leche en el descanso del curro, echándolo de menos, odiando a un camarero que me lo sirviera como no me gusta [muy oscuro y sin espuma].

Milchkaffee+Apfelkuchen en el MARIENTREFF, Rostock

En España he tenido muchas desavenencias con el mundo de las cafeterías.
Hay muchos sitios en que me han servido cafés de mierda, con mal sabor, demasiado oscuros, tan pequeños que parecían cortados en vez de con leche, cafés en tazas feas y desgastadas [la presentación también cuenta, claro que sí]....en fín, si me pusiera en serio a ello, sólo podría decir 3 ó 4 sitios a los que volvería a gusto a tomarme un café.

Pero en Alemania eso se acabó, esa ansiedad de "nunca he entrado a este bar, ¿qué tal harán el café?" ya no existe, puedo entrar en cualquier sitio [siguiendo las leyes que marca el sentido común, hay sitios a los que no entraría ni a heredar] sabiendo que tomaré un café sabroso, espumoso, con bien de leche y en un recipiente bonito.

Milchkaffee en el CAFÉ M, Rostock
 Y eso, ME ENCANTA.





el de la barba

(en realidad su mano es normal)

se sienta con su portátil [seguramente un mac, aunque no puedo asegurarlo]
y hace cosas súper importantes
mientras toma su café americano
y siente mi mirada en sus medias a rayas

es un chico con la suficiente seguridad en sí mismo
como para llevar tirantes y pantalones por encima de la rodilla [demasiado por encima] en el año 2013

 

hay días

Entré, como de costumbre a mi cafetería preferida.


   RONJA ESPRESSO BAR, Rostock

Es tan pequeñita que parece de juguete, me encanta.

Sólo llevo viviendo aquí dos meses, pero he ido tantas veces ya, que algunas camareras [casi todas son chicas, y el único chico lo parece] ya me conocen. No es que me llamen por mi nombre ni nada así, sólo sonríen amablemente, un poquito más que la primera vez, y eso [aquí] ya es mucho.
Hubo un día en que ni siquiera tuve que pedir lo que quería porque la chica ya lo sabía cuando entré por la puerta.
Fue una sensación agradable, me sentí visible por un momento.

Pero lo que pasó ayer fue distinto:
Había detrás de la barra una chica morena de pelo corto, muy modernamente vestida, que yo nunca había visto antes. Y eso que voy casi a diario, a distintas horas [trabajan a turnos].
Me sentí confiada para establecer con ella una conversación más allá del habitual intercambio que tengo con las demás, consistente en:

- Hallo!
- Hallo.
- Ein Latte Macchiato, bitte.
- Zum hier Trinken?
- Ja.

[¡Hola!/Hola/Un Latte Macchianto, por favor/¿Para tomar aquí?/Sí]

Así que me arranqué, algo en ella me hizo pensar que podía ser una tía maja, quizá fuera su corte de pelo parecido al mío, quizá sus ojos bien maquillados, quizá su falda negra de tubo con botas de motera.
Le pregunté si era nueva:

- Bist du neu hier?

Me miró inexpresiva:

- Nein.

Creo que no hace falta traducción.
Eso fue todo, me quedé mirándola esperando algo más, un "llevo ya dos semanas", "es que normalmente trabajo por las tardes", se me ocurren muchas cosas que podría haber añadido a su negativa.

No ocurrió.

Hay días en que me iría a casa a pegarme de cabezadas contra la pared y después de un rato compraría el primer vuelo que saliera hacia España.