Pero es que claro, lo que yo no sabía antes de abrir el capítulo de Nordostspanien [Noreste de España], era que me encontraría con esto:
justo después del capítulo Euskadi |
no se la cantidad de fotos que tenemos en casa bien colocadas en sus álbumes o metidas en preciosas cajas talladas en madera, donde aparece mi padre con amigos hundido en vino en el monte San Felices, mis abuelos paternos, ya mayores, algo antes de que yo naciera, a los pies del Santo, sonrientes como siempre, agarrados: él señalando el horizonte con el bastón, ella sin perder detalle.
el chatillo y la flor |
Más recuerdos se agolparon a empujones en mi cabeza: todos los veranos de mi vida desde que puedo recordar, mi familia, mis amigos, las fiestas de cumpleaños, las tardes en el río, el zurracapote, aprender a andar en bici, a nadar, la piscina, llorar el último día de agosto, ver a Lili por primera vez...
...los viernes de Julio cuando papá volvía de trabajar en Bilbao a pasar el fín de semana y nosotros, después de achucharle, nos tirábamos de cabeza a su bolsa de viaje porque siempre traía algo para darnos.
Un sin fín de cosas que hacen que, aunque mi DNI diga lo contrario, yo también me sienta jarrera.
se han olvidado del Tirón, que también tiene lo suyo |
Por si fuera poco, Haro tiene su propio párrafo dentro de la provincia. Junto con Calahorra, forma, como bien dice el libro, el centro del cultivo del vino. Los alemanes que lean este libro aprenderán que Haro fue la primera ciudad española en tener alumbrado eléctrico en la calle, allá por 1890 [de ahí la frase que mi abuela siempre decía alegre cuando cruzábamos el peaje: "¡ya estamos en Haro, que se ven las luces!"].
Lo que no sabrán hasta que visiten la cuna del vino, es que en Haro uno se siente en casa, que Haro se echa de menos y que somos [y serán muchos más] varias las generaciones que querremos que nuestros hijos y lo hijos de nuestros hijos la disfruten como hicimos. Como aún hacemos, cuando se puede.
¡VIVA HARO! ¡VIVA EL VINO!
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